martes, 29 de enero de 2013

Smythe-Smith 1. Un romance adorable (Julia Quinn)




Marcus, un niño solitario, sin madre y alejado de su padre, es enviado a una exclusiva escuela como pupilo. Allí conoce a Daniel Smythe-Smith, quien enseguida lo adopta como amigo y lo invita a formar parte de su bulliciosa familia, de la que forma parte Honoria, su hermana menor, una niña muy molesta que no se separa nunca de ellos. Años más tarde, cuando Daniel debe huir a causa de un duelo, Marcus se compromete a cuidar de Honoria y, específicamente, a filtrar a todos esos hombres que, atraídos por su belleza y su fortuna, no dejan de hacerle propuestas de matrimonio. Honoria se siente irritada por las intromisiones de Marcus, en especial porque su antiguo compañero de juegos se ha convertido en un joven de lo más interesante. Y cuando por fin encuentra a un pretendiente que le parece aceptable, deberá debatirse entre lo que la sociedad le dicta y lo que su corazón le exige...”

Un romance adorable supone la primera entrega de la serie “Smythe-Smith” de la conocida autora de romántica Julia Quinn. En ella nos encontramos (¡por fin!) con una de las Smythe-Smith y con Marcus Holroyd, conde de Chatteris, del que no sabíamos nada, pero al que es un placer conocer.

A cualquiera que haya leído algo de Julia Quinn le suenan las Smythe-Smith. Cualquiera que haya leído todo lo que ha publicado esta autora conoce de sobra a esta excéntrica familia que organiza veladas musicales en las que destrozan las grandes piezas de la música clásica, sin vergüenza aparente y mostrando lo que, a simple vista, parece un total desprecio por los clásicos y por la salud auditiva de sus congéneres. Algunas, entre las que me incluyo, llevábamos tiempo deseando poder conocer “de cerca” la historia de estas chicas que parecen no darse cuenta de que sus aptitudes para la música son… esto… completamente nulas. Ahora, por fin, sabemos qué es lo que motiva a estas jóvenes a subirse al escenario, con la cabeza bien alta, empuñando sus instrumentos como si de sus armas de guerra se tratase. Y también sabemos que todas y cada una de ellas son conscientes de que la música no ha sido creada para que la toquen las Smythe-Smith.

Honoria Smythe-Smith es la más joven de sus hermanos y, por tanto, la niña con la que ninguno de ellos quiere jugar. Sus hermanas siempre están demasiado ocupadas con esas cosas de señoritas en las que ella no puede participar y su hermano Daniel… bueno, su hermano no desea que una niña siga cada uno de sus pasos. Pero Honoria siente una rara predilección por él así que, vaya donde vaya, sabe que una pequeña de cabello castaño e intensos ojos azules correrá tras él. Aunque la ignore. Aunque trate de despistarla. Pero es que Honoria ha encontrado la clave para acompañarlo: Marcus Holroyd, el mejor amigo de su hermano… y un chiquillo que no soporta verla llorar.
Con el paso de los años, Marcus se convertirá en una constante en la vida de esta familia y, sobre todo, en la vida de Honoria. Por lejos u ocupado que esté, él siempre estará al tanto de cómo se encuentra ella… Y cuando las circunstancias obligan a su hermano a alejarse, será el conde quien se erija como su cuidador.

Marcus Holroyd fue un niño solitario cuyos padres jamás se preocuparon en exceso por él. Sin hermanos, sin amigos y sin una familia que lo mimase, conocer a Daniel supuso un antes y un después en su vida. Cuando acudió por primera vez al hogar de los Smythe-Smith pudo ver cómo era realmente una familia. Por eso, desde entonces, su presencia en esa casa es completamente habitual.

Cuando, años más tarde, Daniel le pide que cuide de su hermana Honoria, él no duda ni un instante en aceptar. Se lo debe. Y, además, aprecia a esa muchacha. Por eso no aceptará que ningún libertino, cazafortunas o tipo de mala reputación se acerque a ella. Los espantará a todos, del primero al último. Aunque, por si a alguien le interesa, él no es el culpable de que Honoria no se haya casado pese a llevar varias temporadas en el mercado matrimonial y ser pasablemente atractiva. En absoluto. Él no tiene la culpa de que todos sus pretendientes fueran totalmente inadecuados.

La historia de Honoria y Marcus es la de dos jóvenes que, pese a llevar toda la vida juntos, jamás se han mirado realmente; de dos personas tan acostumbradas a la presencia del otro que no reparan en la importancia que esa otra persona tiene para ellos hasta que una determinada situación o algún brusco giro del destino los pone entre la espada y la pared. El suyo es un amor perfectamente comprensible, con un desarrollo lógico a lo largo de los años y de las vivencias que comparten. Es un amor paso a paso que el lector percibe sin dificultad aunque ellos dos permanezcan en la ignorancia.

Narrada con el característico estilo de Julia Quinn, repleto de ironía, diálogos chispeantes y humor por toneladas, sólo podría ponerle una pega… pero una objeción con demasiado peso dentro de este género: no hace “sentir”.

Supongo que los Bridgerton sentaron tal precedente que mantenerse a la altura resulta casi una tarea imposible. Pero lo cierto es que desde aquellas últimas novelas de la serie, las historias de esta autora se quedan un poco “descafeinadas”. Y no porque no estén bien escritas o mantengan ese espíritu risueño que nos gusta tanto a sus fans, sino porque no se llega a sentir el amor de los protagonistas. Se entiende que suceda, se puede llegar a creer que las cosas pasen de ese modo, pero, al menos en mi caso, los sentimientos no llegan. Esa sensación de querer reír o llorar, esas ganas de apalear a alguno de los personajes o esa media sonrisa que se te queda cuando acabas uno de esos libros que han hecho historia dentro del género no llegan nunca y eso, siendo la “mamá” de Colin Bridgerton, es una lástima.

No obstante, si lo que queremos es leer una novela entretenida, que haga reír y pasar un buen rato, es más que recomendable.

Le doy un 7.

Cita de la novela:

"       —¿No va a ser maravilloso cuando tengamos hijas que puedan tocar en el cuarteto? —le dijo, dándole un beso en la mejilla.
       Él abrió la boca para hablar, aunque, sinceramente, no sabía qué pensaba decir. Pero sin duda no era lo que dijo, que fue:
       —No veo la hora." 





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